El tío Sindo

EL TÍO SINDO

Tienda de ultramarinosLa cantina del pueblo era una foto de hace más de sesenta años. Los mostradores, altos, de maderas nobles del lugar; las ventanas y puertas ancladas en pesados goznes y  las columnas de hierro  de fuste estriado y con un asomo de decoración simulando un capitel a la altura de las vigas que sujetaban los techos elevados y ahumados por los vapores de mercancías tan variadas como los vinos verdes de año, por las aceitunas, los chorizos y  jamones de la casa o las latas de escabeche que permanecían abiertas para acompañar en forma de tapa los vasos de vino de los parroquianos y veraneantes.

La foto podía ser perfecta  desde la esquina donde observaba perplejo la escena, si nos entretuviéramos en quitar de en medio el cartelón colgado de la columna que anunciaba los helados. Al fondo, se apilaban en las estanterías cacharros de barro, porrones, porcelanas y ollas en un orden que fue marcando el tiempo al irlas amontonando a la espera de salir a los fogones, las cocinas de leña  y las mesas. Y, al parecer, la espera ha sido larga para tan variopintos artículos, incluidas las sartenes y paelleras que colgaban inmóviles y cubiertas de polvo de los techos. La pared se doblaba en una esquina arrastrando con ella estanterías y cacharros hasta volver a replegarse sobre sí misma nuevamente a la derecha y terminar encontrándose con la fachada de ancho muro de piedra de la cantina.

En la tabernaY para que nada faltase en la foto, acodado sobre el alto mostrador, un paisano enjuto observaba al personal, gente forastera y veraneante, desde su singular atalaya. Era el tío Sindo, boina calada hasta las cejas apretadas sobre los pequeños ojos hundidos en la edad de los ochenta, aunque la edad de los paisanos despista bastante, y la nariz cayendo sobre una boca arrugada en una sonrisa desdentada. Sigue leyendo

El Latín, un idioma de Europa para los europeos

El latín, un idioma de Europa para los europeos

Leí en cierta ocasión una entrevista a un profesor universitario español que había estado en Roma durante una semana para participar en la celebración de un congreso. En el transcurso de su estancia coincidió en un museo con un profesor alemán, creo que de Física, y trataron de continuar con su conversación después del primer encuentro y las primeras frases de cortesía. El español hablaba francés y el alemán conocía el inglés; ninguno de los dos era lo suficientemente hábil en los idiomas que el otro dominaba y la conversación no avanzaba. Y en uno de esos intentos por comunicarse, vinieron a caer en la cuenta de que ambos sabían latín. A partir de ese momento pudieron compartir sus impresiones sobre el arte y nació entre ellos una amistad que espero mantengan hoy día.

La anécdota me hizo recapacitar. Quizás no sea tan descabellada la idea de recobrar el Latín, idioma fácilmente recuperable para el uso cotidiano porque se conserva toda la Gramática y una obra escrita muy grande y de gran relevancia histórica y cultural; nuestro vocabulario y estructuras sintácticas son -en el caso del español- las más latinizadas de las lenguas románicas y la Iglesia lo ha preservado hasta hace bien poco en un estimable estado de salud. Su recuperación no tendría nada que ver con experiencias como la del Esperanto, intento loable, pero que tiene una vocación de proyección universal de la lengua y nace de una experiencia de laboratorio. El latín ha sido lengua hablada y sigue viva en los textos, incluso existen emisoras de radio (una de ellas en Dinamarca) y televisión, que emiten en latín. Calificarlo de muerto, en el sentido de irrecuperable, no es correcto. Es más, sólo por hablar de idiomas recuperados pondré dos ejemplos: el hebreo o sánscrito, elaborado a partir de poco más de dos mil palabras en los años posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial y la creación del estado de Israel, y el vasco o euskera, con el proceso llevado adelante tras la elaboración del euskera batua (vasco unificado) y la implantación en toda la red escolar y en la Administración del Gobierno Autónomo.

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Tiempo al tiempo en el Quijote. Una novela mágica de verano

Tiempo al tiempo en el Quijote. Una novela mágica de verano
Julio González Alonso

Cuando don Quijote se echa a los caminos manchegos y del mundo era un día “de los calurosos del mes de julio” (I,2) y en un año de sequía en el que “habían las nubes negado su rocío a la tierra” y, tal como se hacía todavía en los años 60 del pasado siglo, eran frecuentes las rogativas y procesiones implorando a los cielos la lluvia (II,52). Nada nuevo bajo el sol de la España actual y la de hace 400 años largos.

El caso es que, según Miguel de Cervantes, la epopeya quijotesca se produce en los límites de un verano eterno, que era el tiempo más favorable para pasar las noches al raso o patear los caminos y calzadas del siglo XVII. Por eso, nada más dar entrada a la novela y salida en solitario de su casa al hidalgo Alonso Quijano (I, 2) con la decisión de hacerse armar caballero en el primer castillo a mano que encontrara, se nos dice que tal cosa ocurre bajo el calor de un día del mes de julio, tal y como ya se ha mencionado. Estará fuera de casa un día y medio y volverá a ella como el caballero don Quijote de la Mancha. Luego, quince días más tarde y acompañado ya por un escudero, el campesino Sancho Panza, iniciará la segunda salida.

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La derrota

don-quijote-de-la-mancha-y-el-caballero-de-la-blanca-lunaLA DERROTA
El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha
Miguel de Cervantes Saavedra
Segunda  parte.- Capítulo sexagésimo cuarto

Que trata de la aventura que más pesadumbre dio a don Quijote de cuantas hasta entonces le habían sucedido

 Este capítulo 64 de la II Parte del Quijote puede juzgarse como uno de los más tristes de los tristes episodios narrados en la novela; en él no quiso Cervantes mostrarnos otros acontecimientos que estorbaran el protagonismo capital de la derrota de don Quijote a manos de El Caballero de la Blanca Luna en las playas de Barcelona. Y lo hará de manera breve y concisa.

Siendo éste el capítulo que marca el punto de inflexión de la trama anunciando el final irremediable de las aventuras y desventuras del Caballero de la Triste Figura, bien merece que nos explayemos en él con un poco más de atención.

Aunque Cervantes trata el hecho sin grandes aspavientos, incluso con una contención no sé si calculada, impuesta por el peso de la trascendencia de lo narrado para la continuación de la novela, o por cansancio, considero de interés juzgar –a la luz del atrevimiento y la osadía de la especulación- cuanto se dice  ocurrió a la orilla del mar Mediterráneo en la ciudad condal.

derrota1En los primeros párrafos se le plantea a don Quijote la posibilidad de enfrentar una aventura marinera, embarcándose hacia tierras moras y a la que el bueno de Sancho pone muchas objeciones y no menos atinadas razones. Ya no es éste un diálogo entre el señor y el servidor, entre el amo y el criado, sino la conversación de igual a igual entre dos personas, dos paisanos, dos camaradas. Sancho argumenta, pensando en sus legítimos intereses y considerando el peso de sus miedos, y don Quijote escucha y atiende a los argumentos del escudero. Pero, de pronto, todo ello pasará a un segundo plano cuando sobre la suave arena de la playa haga su aparición la figura imponente de un caballero sobre su montura y bien armado. Ni don Quijote ni sus acompañantes dan crédito a lo que ven. El caballero se hace llamar El de La Blanca Luna y viene, ni más ni menos y por derecho, a desafiar a don Quijote poniendo en tela de juicio y discutiendo la belleza de Dulcinea del Toboso.

Los presentes en la escena no sabían si era broma inventada por otros distintos a ellos o no, aunque deciden pensar que lo es y dejar seguir el juego.

Y a partir de aquí se suceden y precipitan los acontecimientos. Las condiciones del duelo son, para el caso de la derrota de don Quijote, las de proclamar la superior belleza de la desconocida dama del desafiante junto con la de retirarse a su casa con sus armas y recogerse en ella y en paz por espacio de un año. Si el Caballero de La Blanca Luna fuera derrotado, éste aceptaría la superioridad de Dulcinea y todas sus victorias y fama pasarían a acrecentar las ya conseguidas por don Quijote.

Aceptará don Quijote las condiciones, aunque renunciando a la fama del Caballero de La Blanca Luna, porque –afirma con orgullo- ni la necesita ni la conoce, y se preparan – dicho esto- para el duelo, tomando cada cual la parte conveniente del terreno. Sigue leyendo

Antonio Machado. Ligero de equipaje

imagesca2ic7p2Antonio Machado
(26/07/1875 a  22/02/1939)

Dos amores. Leonor Izquierdo, primera novia, primer ángel, única esposa del autor andaluz nacido en Sevilla. Pilar de Valderrama, transformada en Guiomar, en Dulcinea de amores imposibles ardientemente platónicos. Por los dos amores sufrió y vivió: por la muerte temprana de su esposa y por la imposible e inalcanzable, sino en sueños y versos, Pilar.

Tres amores. El tercero, aún más ancho y más hondo, de raíces profundas de olmos centenarios y páramos de cereales, de ríos y cordilleras que recorren toda España, también le alcanzó el alma, el aliento, la vida. El último de los representantes de la Generación del 98 sintió y escribió la certera herida al costado de la historia:

Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios;
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

Se cumplen los años de la muerte de Antonio Machado, maltrecho y malherido por tantas muertes de una guerra civil y un exilio que fue como el paredón de fusilamiento en el que entregó sus sesenta y cuatro años de existencia. Antes, tuvo que pasar por otros dolores y otras despedidas, como la de su joven amigo Federico García Lorca, escribiendo con infinita tristeza y rabia infinita:

Se le vio, caminando entre fusiles
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.

El último viaje del poeta Antonio Machado, Madrid,  Valencia, Barcelona, Roset (Gerona), Viladasens (Gerona), Colliure (Francia), es también el último de una España republicana derrotada. Atrás quedaron los sueños de amor. Ligero de equipaje, como había vivido siempre, llegó a la estación donde le esperaba el último tren. Y así nos dejó. Sigue leyendo

Milenarismo.- La marea que no cesa

frescosdesanisidorodeleonMILENARISMO
La marea que no cesa
III Milenio

En los años 70 del pasado siglo XX, jóvenes y audaces, contemplábamos con curiosidad y ánimo de cambio el horizonte del siglo XXI y el nuevo milenio. Los pilares de la sociedad, sostenidos en la política totalitaria de la dictadura impuesta en España tras la guerra civil de 1936, se tambaleaban. Éramos muchos, y desde los más diversos estratos sociales, quienes empujábamos y confiábamos en demoler aquellos sustentáculos y cimientos, como finalmente ocurrió. Y, también muchos, lo veríamos armados de ideologías utópicas que habían conseguido alcanzar el poder con resultados catastróficos en países como la Unión Soviética, China o Cuba. Pero no lo vimos, o no lo supimos ver y mucho menos creer. Tan grande era la herida de una guerra civil española seguida de otra mundial. Y tan grande la esperanza.

milicias-anarquistasEl caso es que, en aquellas inciertas circunstancias, se abrió entre nosotros un espacio jocoso de conversaciones en torno al milenarismo. Parecíamos entender la llegada de un mundo nuevo, en libertad y justicia, tras los desastres de las guerras y al calor de las revoluciones. Y, entre bromas y veras, el milenarismo iba tomando la forma concebida de un futuro inmediato.

Pero, ¿por qué –ahora- volver a hablar del milenarismo? ¿Qué datos invitan a ello? ¿Quiénes y con qué intereses promueven y divulgan, de manera oscura o a las claras, estas ideas?

Observemos, en principio, cómo se revela diariamente esta inclinación a volver sobre el tema  cuando ya bien entrados en el siglo XXI y un nuevo milenio seguimos en un mundo que no despega de los problemas consuetudinarios que parecen haberse incrustado en las sociedades como normas no escritas que se cumplen porque desde los mismos orígenes de la humanidad se han hecho costumbre en el tiempo y parecen ser esencia misma del ser humano. La violencia, la ambición, el poder, las desigualdades y las guerras nos acompañan como una maldición al lado de la aceptación e incluso su defensa o justificación, extendida entre las poblaciones que aceptan la necesidad de estos males a la vez que se expresa una vocación solidaria, pacifista e igualitaria entre otro amplio número de personas. A veces, incluso, quienes justifican la guerra se declaran pacifistas. Así se compone este oxímoron de la historia humana como el suceso real de la crueldad compasiva que nos empuja, como especie, de igual manera a la destrucción que al progreso.

lucha-anarquista

Al respecto, no puedo dejar de mencionar algunas de las características milenaristas que se nos revelan a diario en los medios de comunicación, prensa, radio y televisión, a los que se suma hoy día el efecto devastador de las redes sociales y la poderosa red mundial que llamamos internet, generadora de noticias falsas, propiciatoria de informaciones serias y rigurosas al lado de infundios por millones y que crea expectativas e ilusiones para vender todo lo imaginable; un zoco o mercado gigantesco a nivel universal.

La globalización –que siempre ha existido en todas las civilizaciones y culturas- hoy es total. Además, el valor relativo de la velocidad de los cambios que marcó épocas pretéritas ahora ha desparecido y pasado a ser absoluto. Todo se mueve y pasa a velocidad de vértigo. Es imposible digerir, ni siquiera acceder, a una ínfima parte de la información generada y puesta en circulación. Ser selectivo es un trabajo que la inteligencia artificial puede llevar a cabo. Pero la inteligencia artificial también es manipulable y costosa. En esta situación, la inestabilidad es lo permanente y los riesgos de alcanzar a traspasar los límites de un peligro real de confrontación total en una guerra nuclear cada vez se rozan y transgreden con mayor frecuencia. Suena a catastrofismo muy milenarista. Pero añadamos otras circunstancias proclives a este pesimismo de un milenarismo cada vez más generalizado. Sigue leyendo