El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
Alonso Fernández de Avellaneda
Colección Clásicos de Biblioteca Nueva
Madrid.-Segunda edición, mayo de 2005
“Malo es todo aquello que para el fin deseado vale poco” (El Quijote de Avellaneda, cap. XVII)
Si hacemos buena la cita de la entradilla, podemos dar por terminado este artículo. Pero sin hacerla mala, la novela apócrifa El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Alonso Fernández de Avellaneda, sólo por el hecho de haber sido escrita al calor del Quijote de Cervantes merece, cuanto menos, nuestra atención y, sin duda, nuestro respeto.
Una vez concluida la lectura de este Quijote, y aún mucho antes, tuve la certeza de que, de haber sido éstas las aventuras dadas a conocer en primer lugar del hidalgo manchego, habrían pasado, aventuras y caballero, sin mayor pena ni gloria por el mundo.
Pero la lectura de este Quijote de Avellaneda es muy recomendable. La edición de Luis Gómez Canseco es extraordinaria, seria, rigurosa y bien documentada con el estudio en profundidad de los recursos que
Avellaneda utilizó y desarrolló a lo largo de su obra. Otro aspecto interesante de esta edición es la profusión de notas y datos que permiten aventurar con garantía la identidad del autor que se esconde tras Alonso Fernández de Avellaneda. Partiendo de la imposibilidad a día de hoy de una demostración categórica, yo no tengo escrúpulos en dar por descartada y por cierta la autoría de Lope de Vega. No sólo las circunstancias conocidas de las difíciles relaciones entre éste y Miguel de Cervantes, sino todas y cada una de las pistas dejadas por Avellaneda, referencias, estilo, fraseo, citas y lo escrito en el prólogo con las alusiones al Santo Oficio del que formaba parte, además de los elogiosos párrafos dedicados sin pudor al teatro de Lope de Vega, nos inclina a pensar que así fue.
Profunda tuvo que ser la enemistad y largo el rencor para lanzarse a escribir un tomo de treinta y seis largos capítulos usurpando la obra de Miguel de Cervantes. El éxito de las comedias de Lope de Vega, que arrinconó en la marginalidad al teatro de Cervantes, no debió parecerle suficiente al intentar relegarlo también en el género novelístico con esta segunda parte de un Quijote que había empezado a medrar y conseguir reconocimientos en la primera de Miguel de Cervantes.
¿Pero qué encontramos y qué no encontramos en esta novela presentada por Avellaneda? En primer lugar, y no es poca cosa, vemos desaparecer de la novela a Dulcinea del Toboso. El Caballero de la Triste Figura se convierte en el Caballero Desamorado, negando y rechazando el amor de Dulcinea.
La desaparición de Dulcinea es un cañonazo en toda la línea de flotación de la novela. El personaje de don Quijote, alter ego de Alonso Quijano, existe en la obra de Cervantes por la existencia de la dama de sus sueños; sin Dulcinea del Toboso, alter ego de Aldonza Lorenzo, el personaje de don Quijote se resquebraja y sus actuaciones dejan de ser creíbles para percibirse como novelescas y sobreactuadas, con reacciones desmesuradas, violentas y de una agresividad gratuita que produce rechazo. El personaje se deshumaniza. Las respuestas a cualquier crítica o comentario siempre serán iguales por parte del ingenioso hidalgo: la exaltación de la caballería andante y su identificación con los diferentes caballeros de las distintas novelas de caballería y sus métodos de actuación. La novela se encasquilla y no avanza. El discurso de don Quijote se hace monotemático y resulta ser más militarista que caballeresco. Sigue leyendo