TRISTÁN E ISOLDA.- RICHARD WAGNER

Tristán e Isolda
Richard Wagner

Teatro Euskalduna.- Bilbao

Eric Nielsen dirige la Orquesta Sinfónica de Bilbao
Director de escena, Allex Aguilera

Intérpretes:
Oksama Dyka es Isolda
Gwytn Hughes Jones es Tristán
Daniella Barcelona es Brangäne
Mark Mimica es König Marke
Egils Silins es Kurwenal

La ópera de R. Wagner es lo que se dice y reconoce universalmente, una gran ópera para una historia de amor, venganza, traición, pasión y soledad. Larga, insistente hasta la obsesión en los temas cantados y repetidos en magníficos solos y duetos, y un final incierto y confuso como un sueño que se debate entre la realidad y lo fantástico, mágico y fantasmal. Nos deja, al estilo shakesperiano, una buena nómina de muertos. Nada es tranquilo y apacible en esta historia.

La representación se desenvuelve en un ambiente tenebrista que evoca los sueños y las turbulencia amorosas de los protagonistas; esto, unido a la falta de acción y el hieratismo de los intérpretes, desposeídos del dramatismo teatral coherente con lo expresado y exigido en cada escena, nos deja en manos de la parte musical cantada y la interpretada por la orquesta. Al prescindir de la parte teatral la sensación es la de presenciar una historia falsa en la que cuanto se dice no se corresponde con nada y los personajes desaparecen. Puedes cerrar los ojos y no pasa nada, pues nada aporta la dirección escénica eliminando a los personajes para dar protagonismo a la ambientación con los efectos visuales presentados.

No creo que la pretensión de hacer vivir y sentir al espectador las dimensiones de este drama wagneriano de la forma y manera señaladas, ayuden a disfrutar ni más ni mejor la larga ópera de Richard Wagner. Es como escuchar un disco con hermosas proyecciones y efectos visuales de carácter simbólico. ¿Para qué ver cantar apasionados mensajes de amor, desesperación, reproches y promesas a dos enamorados sentados uno al lado del otro sin mirarse? Con la decisión tomada se ha convertido la ópera en un simple recital; o siendo menos drástico, digamos que se parece más a un recital que a una ópera con su parte teatral dramatizada, que es lo que se espera y se disfruta.

La obra transcurre entre la realidad mundana y los ensueños o la vida fantasmal de los protagonistas del drama. Nada que reprochar a los intérpretes y sus cualidades vocales, y nada que objetar a la magnífica Orquesta Sinfónica de Bilbao y su dirección. Pero, lo dicho; las pretensiones de Allex Aguilera como director de escena conducen al aburrimiento al prescindir de la acción e interpretación teatral de los personajes.

No hay nada perfecto. Se pueden intentar novedades, pues el campo del arte es ilimitado. Pero algunas veces se acierta y otras no. Y ese ha sido el caso.

González Alonso