La bohème
Giacomo Puccini
ABAO-OLBE
Teatro Euskalduna.- Bilbao
18 de mayo de 2013
La bohème es una historia de amor. Amor a la juventud, al arte, a la vida; amor carnal y pasional con todos los ingredientes de seducción, enamoramiento y celos, rupturas, arrepentimientos y muerte, en medio de la sordidez de la pobreza. Pero es una historia de amor con dos ingredientes más, el de estar musicada y puesta en las voces de sus intérpretes, y el encontrarse enmarcada en el romanticismo del siglo XIX.
El término bohemia aparece con el escritor romántico Henry Murger (1822-1861) a partir de los episodios que escribió relatando su experiencia y la de sus amigos cuando vivió en el barrio Latino de la ciudad de París. La bohemia, dentro del movimiento romántico, se caracteriza por el estilo de vida de poetas, músicos, pintores, pensadores y artistas en general, imbuidos de ideales y espíritu creativo que comparten pisos y buhardillas entre muchas penurias económicas soñando con el éxito y el reconocimiento. Noctámbulos, aventureros, viviendo al margen de los convencionalismos burgueses y sin normas establecidas, liberales en extremo, participan del valor de la amistad y el amor por la libertad.
Los personajes de La bohème, arrebatados del idealismo y los sueños propios de la bohemia, no pasan de ser unos artistas mediocres que en su loca carrera hacia la alegría del placer inmediato, de la transgresión de las normas sociales y la dosis suficiente de picaresca para sobrevivir, se topan con algunas contradicciones que no aciertan a resolver. La libertad individual, el liberalismo de las costumbres y las relaciones sociales y sexuales se encuentran con el amor y los celos o la aceptación de trabajos poco edificantes y justificables éticamente desde sus posiciones existenciales.
El drama romántico de La bohème no pretende pasar más allá de exponer el modo de vida de estos jóvenes artistas. Así, la resolución de los problemas planteados ante una idea liberal del amor y la vivencia de éste como algo exclusivo y posesivo desatará la tormenta de los celos que han de conducir a la ruptura de las parejas. La idealización del arte no resuelve la subsistencia diaria y en medio de una existencia precaria el recurso a la picaresca se convierte en el modo de sobrellevar una vida que, pese a todo, aman.
Los sentimientos profundos del amor aflorarán en la situación última y desesperada de la muerte de la joven florista enamorada del joven poeta. Admitirá éste sus celos y descargará su sentimiento de culpa en un reencuentro tardío. La amistad desata la piedad y la solidaridad; todo el grupo se vuelca con lo poco que pueden en el intento de salvar a la joven. Resulta inútil. Pero su muerte sirve para reconocer los verdaderos sentimientos de todos, a los que no pueden renunciar. La pareja del pintor y la corista se reencontrará y se aceptarán como son y con el amor que ambos sienten. El poeta se queda solo, aunque reconciliado consigo mismo.
Creo que esta ópera se verá con agrado en cualquier época y a cualquier edad. Aunque la parte dramática, aparte de la inocente pureza representada en el ansia de vivir de manera auténtica por los jóvenes bohemios, poco más puede aportar. El sentimiento del amor siempre embargará a los humanos y conmoverá sus corazones. La máquina de los afectos no descansa, afortunadamente, y junto a ellos reconocer el valor de la amistad o la solidaridad, es razón suficiente para entregarse a la obra y disfrutarla.
En la parte musical poco puedo decir, salvo que me pareció que todos los intérpretes cantaban estupendamente, con timbres vocales realmente hermosos. La intérprete de Mimí, Inva Mula, pienso que desarrolló una línea de canto muy bella y armoniosa. Los coros con los niños de la Leioa Kantika Korala aportaron frescura y belleza al conjunto perfectamente acompañado por la interpretación afinada de la orquesta. Nada se puede reprochar, o al menos yo no puedo, a sus interpretaciones. Otra cosa fue la escenografía diseñada. No se arriesgó nada. Convencional, previsible y costumbrista. No quiero decir que fuese mala o de mal gusto, que no fue el caso. Simplemente que obedeció a unos criterios muy conservadores. La ambientación e iluminación cumplieron su finalidad de recrear la atmósfera adecuada en cada escena.
No hace falta decir que merece la pena tener la ocasión de ver y escuchar una ópera como La bohème. Mis agradecimientos sinceros a la persona que, no pudiendo asistir a esta representación por razones personales, me brindó la oportunidad de disfrutar este espectáculo siempre sorprendente que es la ópera.
Salud.
González Alonso
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