Archivo de septiembre 2014

28
Sep
14

La violación de Lucrecia, de William Shakespeare

La violación de Lucrecia
William Shakespeare

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Nuria Espert
Dirección: Miguel del Arco
Producción: Juanjo Seoane

Teatro Barakaldo (Vizcaya)
27 de septiembre de 2014

Una representación de tal naturaleza podría despacharse brevemente con un gran elogio de admiración, y punto. Permitidme, no obstante, compartir con vosotros un comentario algo más extenso y algo más allá del merecido elogio. Porque hablar de Nuria Espert y todo lo que toca en el teatro y la vida artística es discurrir por el camino del acierto, el prodigio escénico y el éxito reconocido con total merecimiento. En el caso de la obra que nos ocupa podemos decir que algo tan sublime y difícil sólo puede ser llevado a cabo por alguien tan prodigioso como la actriz catalana de Hospitalet de Llobregat.

Ahora bien, mencionado lo anterior, agregaré que una vez concluída la representación y todavía sujetando a duras penas la emoción desatada, no estaba nada seguro de quién había dirigido a quién, si Miguel del Arco a Nuria Espert –como justificadamente orgulloso confiesa- o Nuria Espert a Miguel del Arco. Porque, hay que subrayar, toda la obra y puesta en escena está al servicio del genio y coraje de la actriz, a partir de un texto admirablemente traducido por José Luis Rivas Vélez que, sin perder la belleza del lenguaje del siglo XVI de este poema de juventud de William Shakespeare, se hace absolutamente comprensible y asequible, facilitando la percepción de la belleza poética en los giros y expresiones propios de la época.

La obra, evidentemente, admite otras posibilidades escénicas. Sostener todo el texto del poema durante una hora y cuarto en la interpretación de una sola actriz, dando vida alternativamente a Lucrecia, Tarquino, Colatino o Junio Bruto, a la vez que va desarrollando la narración, es el extraordinario, extremado y difícil camino elegido. Pero, junto al narrador –en este caso narradora-, optar por poner en escena a los personajes precitados, incluso al padre de Lucrecia y las sirvientas, sería añadir valor plástico y belleza al espectáculo, siempre que la dirección de escena acertara –cosa para la cual hay buenos y sobrados candidatos- con las exigencias dramáticas del poema. Y no me sorprendería que, en un futuro, se aborde de este modo la representación de La violación de Lucrecia que hoy y en este caso ha sido entregada a la experiencia, genio, sabiduría, arte y –como he dicho anteriormente- excepcional coraje de Nuria Espert.

La violación de Lucrecia es un poema narrativo de tema histórico y carácter dramático a través del cual William Shakespeare no desperdicia la ocasión de ofrecernos una reflexión crítica sobre la sociedad, sus mecanismos de poder y la condición humana. Basado en un texto de Ovidio, nos relata cómo el desenfreno, orgullo y falta de escrúpulos del príncipe Sexto Tarquino le llevaron a violar a la mujer de su mejor amigo, el general Colatino, para lo cual abandona  secretamente el campamento y se dirige a la casa de Lucrecia, de quien Colatino había alabado públicamente su belleza y demostrado su fidelidad y castidad. Las consecuencias de semejante agresión serán el final de Lucrecia y el final de los reyes en Roma. Lucrecia se dará muerte confesando el nombre del violador en presencia de su padre Lucrecio, Colatino y otras personas, entre las que se encontraban Publio Valerio y Junio Bruto; este último, aprovechando la oportunidad que le brindan las circunstancias, va a ser quien les anime a impulsar una rebelión popular, denunciando el crimen de Tarquino y exponiendo públicamente ante los ojos de los romanos el cuerpo sin vida de Lucrecia. Como consecuencia de todo ello acabará la etapa del reinado en Roma, siendo depuesto el rey y desterrados todos los miembros de la familia de Tarquino, lo que daría lugar al inicio del periodo de la república con el paso del poder a manos de los cónsules.

El teatro, abarrotado, aplaudió largamente de pie la representación de Nuria Espert y su generosa entrega. Merecidos aplausos que siguen aquí y seguirán allí  donde se represente esta obra.

González Alonso

21
Sep
14

Los naranjos de Íllar

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Los naranjos de Íllar

En el mediodía y la tarde de junio
y la hospitalidad del poeta Perfecto Herrera en su casita de Íllar

Con sus picos
los pájaros limpiaban las migas de la mesa
y llegaba entonces la muerte pequeña
de la tarde
allá en su casa de
limoneros y naranjos
como siesta recostada en el agua de las laderas,
como agua fresca en las raíces del nogal,
domeñada en las superficies de los espejos del cielo de las balsas.

Las horas son sombra de junio asomándose al valle
y el pueblo en el altozano. Aromas de higueras y azahar
prefumaban las palabras
y las agrestes cumbres, roquedales ardiendo en rojos
todo en torno, todo arriba y seco sol
de aquietado desierto.

Es entonces cuando los ojos se llenan con miradas claras
de atardecer y brisa
y hay como un rumor lejano que ilumina
olas en las orillas de las playas; y como un aire de huerta
y verso
sobrevolando los tejados en Bentarique, los présules
y flores perfumadas de Íllar,
canto que rueda en aguas del Andárax,
alpujarra asomada a las alturas del frío
por las cumbres de Sierra Nevada

y en sus picos, los pájaros,
lo anunciaban.

Julio G. Alonso

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11
Sep
14

Amar, me dices

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Amar, me dices

Amar, me dices, es tocar el cielo
y entregar el alma enamorada
para poner en sólo una mirada
tanta pasión como ferviente anhelo.

Me dices que el amor es tal que un vuelo
a la ilusión por la pasión alzada,
la fuerza que nace de la nada,
dar sin pedir, caricia, beso, celo.

Yo no sé si el amor será en mi vida
rojo volcán o playa de aguas claras,
desierto ardiente, gozo, sombra, herida.

Pero sé que vivir sin ti no puedo
y el corazón se nubla, con pensarlo,
en llanto, soledad, angustia y miedo.

González Alonso

01
Sep
14

Agua de septiembre

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Agua de septiembre; torrentera
de monte
que busca desbocada
la honda anchura del cauce de los ríos
y crece sus riberas.

Vas del verano al otoño
con ímpetu amoroso,
aunque ya el vigor no llegue
con la frescura joven de la primavera.

Septiembre
en aguas que abarcan
el seco surco de la sementera
dormida; agua en el pozo
silencioso, los cangilones quietos
y en la lluvia posando  la caricia
de su mano
por las hojas del árbol
que ya tiembla.

Julio Glez. Alonso




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