.
.
Las amistades peligrosas
Choderlos de Laclos
Compañía Metatarso Producciones
Teatro Barakaldo, 2 de octubre de 2014
Nos llega en forma de teatro una de las más conocidas publicaciones libertinas francesas del siglo XVIII. Hace algunos años pudimos disfrutar esta misma obra en forma de cine; pero me apresuraré a decir que la obra teatral de la que estamos hablando supera en todo a la película de Stephen Frears, desde el tratamiento y fidelidad al texto de Choderlos de Laclos, hasta la puesta en escena y el desarrollo de toda la trama y la acción. No es exagerar. Es, simplemente, cuestión de ser justos.
La obra de teatro, a diferencia de la conocida película, no hace ninguna concesión meramente sentimental a las relacciones que se establecen entre los personajes. No cae en la trampa de teñir la crudeza de las conductas sexuales con un barniz amoroso o afectivo. Si esto se refiere al contenido de la obra, lo que sigue –en comparación con la película- es pura magia, originalidad y acto creativo en todo cuanto la puesta en escena y la representación nos deparan.
Con Las amistades peligrosas estamos en un siglo de pelucones, miriñaques, enaguas, corsés, polvos blancos en la cara, rape, vestidos masculinos ostentosos y llenos de colorido, duelos a espada, las ideas de la Ilustración y una nobelza enriquecida, ociosa y entregada a los placeres del mundo y de la carne, sin escrúpulos y profundamente narcisista. En este contexto aparecerán obras como Margot la remendona (Historia de una prostituta) de Fougeret de Montbron; Los ejercicios de devoción, del Abate Voisenon y La Academia de las Damas, escrita en latín por el Maestro Nicolás Chorier. Todas ellas de una inaudita audacia reflejando con su erotismo la doble moral de clérigos, monjas y frailes, así como la de una nobleza hipócrita y pragmática en los asuntos sexuales. La cumbre de toda esta filosofía de vida llegará con el Marqués de Sade, a finales del XVIII y principios del XIX, escritor y filósofo francés, ateo radical, que defendió el triunfo del vicio sobre la virtud, autor de Justine, y que se pasó más de media vida encarcelado, recluído en manicomios y a punto de ser guillotinado.
Una de las cuestiones deslumbrantes de Las amistades peligrosas en su puesta en escena es el acierto de recrearnos los personajes en sus trajes de época sobre un escenario poblado de micrófonos e instrumentos musicales, piano, guitarras eléctricas y batería. La música clásica inicial al piano dará paso al rock and roll más agresivo, ráfagas operísticas o baladas, como si fuera la música un personaje más en escena. La belleza de este contraste recreado por una buena iluminación, los pasos de baile, el carácter cómico y caricaturesco de algunos pasajes junto a la brutalidad de las relaciones establecidas entre los diferentes personajes y el desenlace trágico de algunos de ellos, hacen de esta representación algo digno de ver y recordar.
Recuerdo que el pasado verano fue ésta una de las obras de teatro que formaban parte del cartel del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro. Entonces, no pude verla. Hoy, no me arrepiento de, al fin, haberla podido ver.
El argumento desarrolla la lucha de seducción y poder entre la Marquesa de Merteuil y el Vizconde de Valmont, poniéndose pruebas que a cada cual exigía someter sexualmente a terceras personas, muchachas adolescentes, casadas reputadas por su honestidad, jovenzuelos inexpertos o madres precavidas con la custodia y virtud de sus hijas. Retos difíciles que ambos van superando recurriendo a cualquier artimaña y sin el más mínimo escrúpulo. Las víctimas no importan. Lo que verdaderamente importa es el placer y la sensación de poder. En su arriesgado juego de seducción, ganará quien logre la mayor proeza, manifieste el mayor desprecio y supere la prueba sin mostrar debilidad o amor. En cierto modo todo nos recuerda al personaje del teatro romántico español Don Juan Tenorio, de Zorrilla, o su predecesor el Don Juan de El convidado de piedra, de Tirso de Molina. Solamente que en el caso de esta novela hoy convertida en pieza teatral, serán dos los seductores, una mujer y un hombre, los cuales –a su vez- lucharán entre sí por ver quién acaba siendo seducido y vencido por quién.
Si del resultado final de esta versión de Las amistades peligrosas firmada por Javier Patiño y Darío Facal solamente podemos expresar los más altos elogios, del conjunto formado por los actores y actrices que con tanta naturalidad, entrega y profesionalidad recrean y dan vida a los personajes en un trabajo complejo que les exige, además, interpretar música, actuar y resolver con escrupuloso arte las escenas eróticas de la obra, sólo podemos reconocer y alabar su trabajo y el resultado del mismo. El desarrollo de la acción apoyada, fundamentalmente, en el intercambio epistolar, es la base en la que se sustenta la representación. Un ir y venir de cartas y una sucesiva ocasión de encuentros y desencuentros magistralmente medidos y magistralmente interpretados.
Carmen Conesa, en Merteuil; Cristóbañl Suárez, en Velmont; Iria del Río como Jourvel; la jovencísima Lucía Díez, en Cecile; Mariano Estudillo, en Danceny y Lola Manzano como Volanges, conforman el elenco artístico que de forma tan coordinada hicieron posible una noche mágica más de teatro en Barakaldo.
Si la crisis económica que padecemos desde hace cinco largos años y que parece querer ir para otros tantos no acaba con el teatro, espero que actores, dramaturgos, directores, técnicos y productores, puedan seguir regalándonos arte y cultura, de los que tanto necesitamos. Y no va más, sino este aplauso para la Compañía Metatarso Producciones y quienes la componen.
González Alonso
.
Comentarios recientes