El día de mi mejor mala suerte
recibí en el teléfono un mensaje
diciéndome que ya estabas de viaje
y que no volvería nunca a verte.
El día de tu peor buena suerte
recibiste en el móvil un mensaje
diciendo con pasión y con coraje
que nunca dejaría de quererte.
Nuestras distintas vidas y destino
sólo son cruz y cara en la moneda
que por el aire vuela caprichosa;
yo, con la mala suerte en mi camino;
tú, con suerte de cara en esta rueda
de existencia mudable y veleidosa.
Si la suerte azarosa
hace volar a la moneda tanto
¿será mucho pedir caiga de canto?
González Alonso
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