Viajes al otro mundo
Aventuras oníricas de Randolph Carter
H.P. Lovecraft
Alianza Editorial.- Madrid, 1980
Este ejemplar de H.P. Lovecraft, que dormía el sueño de los justos al lado de otras obras del mismo autor y diversos títulos catalogados como literatura fantástica, ciencia ficción o terror, me devolvió en sus páginas desgastadas dos cosas: una, la evocación de un tiempo ya pretérito de estudiante de Psicología en Barcelona; y dos, el aroma del mundo obsesivo de los sueños. En aquellos años, a algunos estudiantes se les ocurrió la idea de crear una especie de red de lectores de estos géneros poco valorados; circulaba una lista de títulos disponibles que los interesados en el asunto nos intercambiábamos o prestábamos. Así llegó a mis manos este libro de Lovecraft. Armado de cierto temerario valor, lo tomé como material de trabajo para escribir sobre el mismo analizándolo según los presupuestos de Sigmund Freud, entre ellos el de que todos los sueños pueden ser interpretados y que todos –incluidas las pesadillas- son la manifestación de un deseo reprimido. Al profesor de la asignatura no le pareció mal el intento y me sirvió para aprobar, aunque del resultado yo no me quedara tan satisfecho y no me pareció bien conservarlo. Así que hoy nada puedo nada puedo aportar de aquel pequeño trabajo.
Pero yendo a lo que de singular puede encontrar un lector de hoy en los “Viajes al otro mundo”, debo aclarar que no será la calidad literaria lo que le subyugará. Rafael Llopis, que escribió un estupendo prólogo a esta edición, lo expresa de manera clara y elocuente: Decir que se lee a Lovecraft por la belleza de su lenguaje es como decir que se asiste a un striptease para admirar la voz de la artista.
Efectivamente, H.P. Lovecraft persiguió siempre de manera compulsiva el Paraíso desde las ataduras de su vida y sus principios; al efecto, iniciará un largo viaje a través de los años que cada vez lo alejaban más de la infancia, el lugar feliz al que ansiaba retornar porque sentía, como entendía Erich Fromm, que solamente en la infancia se encontraba ese Paraíso o “estado de unidad original con la naturaleza”, el “estado de inocencia” de que hablaba Hegel.
Lovecraft reivindicará la realidad del mundo irracional, su verdad, e inicia la exploración de ese mundo a través de los sueños, donde coexisten la locura, la poesía y el simbolismo mágico del mundo infantil. De este modo, este racionalista riguroso, escéptico total, se aventura a la reconquista del paraíso perdido, “ese arquetipo o modalidad vivencial arcaica que se expresa de manera natural en el mundo infantil y en lo que de ese mundo pervive en el adulto”. Buscar la infancia perdida es tanto como buscar la felicidad, lo luminoso, lo mágico, y el tiempo en que fuimos todopoderosos. Y ese mundo mágico en el que caben el paraíso y el infierno encuentra su espacio en los sueños. Seguir leyendo ‘Viajes al otro mundo.- Aventuras oníricas de Randolph Carter.- H.P. Lovecraft’
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