Cuatrocientas y quince vueltas había dado el sol
desde la encarnación del verbo, ¡ay dolor!,
vástago de Teón de Alejandría, el sabio,
hija de los números
y la razón
y la filosofía.
En tu verbo la ciudad aprende,
en tus enseñanzas crece. Por el ágora en tu voz
a Ptolomeo se oye y acuden las estrellas a tu mano
rendidas
en la cita
con los astrolabios.
Impregnando está la plomiza densidad del odio la túnica de tus asesinos
y a los ojos asoma el veneno de la ira; su razón de la fe
es sal en el agua
de tu fe de la razón,
por tu belleza incendiados los corazones, seducidas
por tu juventud las voluntades, Hypatia, ¡ay, mujer de hermosura
en la ancha libertad del mundo
tan grande como tu grave sabiduría!
Qué religión te persigue y alcanza con la furia de la muerte,
qué hombres temen la dulce insumisión de las olas
en los arenales de tus playas y alcanzándote
dan muerte ignominiosa
desatando en tu cuerpo la impotencia
de su espíritu bastardo.
Mas, decidme, ¡cómo cabe asesinar el aroma de las ideas,
la claridad de sus ojos,
la luz de la inteligencia alzada
sobre vuestro corazón de esclavos!
Cuatrocientas y quince vueltas había dado el sol
desde la encarnación del verbo, ¡ay dolor!
El crimen ensombreció las calles de Alejandría.
Ni una más fue necesaria.
González Alonso
*Poema publicado en el libro «Testimonio de la desnudez» (Ed. Fundación Jorge Guillén – Diputación de Valladolid.- II Premio Nacional Treciembre, 2015)
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