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Los ojos de los niños
son como
los ojos del hambre
o los ojos
del amor;
cada mañana se abren
buscando
nuevos horizontes
y cálidos soles,
y se cierran cada noche
con la angustia de un sueño
– vida fantasma –
en su retina
cansada. O con bailes imposibles
de estrellas
y princesas. A veces,
con nada.
Los ojos de los niños
interrogan siempre;
les encantan y sorprenden
el pájaro y la gota
que se desprende pura
del alero.
Los ojos de los niños
están tristes
en los días grises del invierno.
Los ojos
de los niños
son como
los ojos del hambre
o los ojos
del amor.
Son miradas sin sombra
al miedo de la vida. Respuestas
de pupilas abiertas al asombro.
Como los ojos
del hambre.
Desgranan sonrisas luminosas o lágrimas
en los juegos
o en el viento
o en los ojos del amor.
Así son
los ojos de los niños.
Julio G. Alonso
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