Cuatro Conciertos y una Ópera
7 y 8 de marzo. Palacio Euskalduna y Teatro Barakaldo
Vivimos rodeados de prejuicios. Uno de ellos parece ser el de pensar que la música clásica es algo tan minoritario que no interesa a casi nadie, y mucho menos al público joven. Vulgaridad, ramplonería, gustos horteras en música y celebraciones que no parecen ir más allá del fútbol en lo deportivo y los delirantes botellones en lo social, con cientos de jóvenes alrededor de las mezclas más variopintas de alcohol en las plazas y los adultos alrededor del mismo alcohol en bares, aceras y terrazas. Esa es la foto fija. Pero es, también, la mirada engañosa.
Eventos como los de este fin de semana en Bilbao y Barakaldo vienen a decirnos que no es así y que, junto a la ramplonería y la vulgaridad (tal vez por falta de alternativas) vive esplendorosamente el gusto por el arte cuando alcanza a vestirse de mayúsculas en sus cuatro letras. La música de Georg Friedrich Haendel (1685/1759) y de Johann Sebastián Bach (1685/1750), en una inusual maratón de tres días en el Palacio Euskalduna de Bilbao, con conciertos simultáneos en cinco de sus salas, más otros conciertos en salas más pequeñas y espacios abiertos del Euskalduna a cargo de los estudiantes de de los diferentes Conservatorios venidos de toda España, fue un éxito rotundo de un público heterogéneo entregado a la música del barroco escrita por estos dos gigantes de la música.
Al mismo tiempo, en Barakaldo, se ofrecía también la música unida al teatro en forma de ópera. Allí se recreaba la inspiración de Giuseppe Verdi en el título Un baile de máscaras. El teatro registró una buena entrada, no con la espectacularidad de los conciertos del Euskalduna, pero muy apreciable, en todo caso.
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Y la cuestión es, me parece, que cuando la oferta es de calidad y el precio se hace asequible, la aceptación del público y el éxito están casi asegurados. La ópera y la música clásica han sido, culturalmente, patrimonio de las clases sociales dominantes y enriquecidas. En sus manos, el arte fue siempre pura ostentación. Ahora, cuando el arte considerado elitista puede llegar al vulgo, adquiere dimensiones de grandeza y autenticidad, alejado del consumismo y la banal y huera exhibición.
De los tres días de programación, uno; y de los conciertos del día, cuatro. El de la Orquesta Sinfónica de Euskadi con Daniel Oyarzabal al órgano interpretando de Haendel la Obertura de Theodora, el Concierto para órgano y orquesta nº 13 de fa mayor y la Música de los Reales Fuegos de Artificio. Después, la magnífica orquesta alemana Chorus Musicus Köln Das Nueue Orchester, con su bien armado coro y estupendos intérpretes y cantantes, en la Cantata Ich hate viel Bkümmernis de J.S. Bach. Continuamos, ya por la tarde, presenciando la actuación de la imponente y conjuntada Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias con la música de Bach orquestada por Leopold Stokowski (1882/1977) en el Pasacalle y fuga en do menor, Wachet auf, ruft uns die Stimme y la Tocata y fuga en re menor, además del Concierto para órgano y orquesta nº 4 en fa mayor con Daniel Oyarzabal al órgano. Y para concluir, la maestría demostrada y reconocida del grupo de cuerda Al Ayre Español, de Zaragoza, con las interpretaciones fieles y rigurosas de Haendel en el Concierto Grosso en sol menor opus 6, nº 6, el Concierto Grosso en do menor opus 6, nº 8 y el Concierto Grosso en si bemol mayor opus 6, nº 7, que dejaron el listón muy alto en este difícil arte musical con su interpretación vigorosa y rica de matices. Por medio, la Orquesta de flautas del Conservatorio Superior de Música de Aragón completó lo que fue todo cuanto pudo depararnos la jornada en el abarrotado Palacio Euskalduna.
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La ópera de Verdi, El baile de máscaras, de cuyo argumento dejé constancia tras la representación vista en el Teatro Colón de Buenos Aires: Un Ballo in Maschera, Teatro Colón.- Buenos Aires, resonó con gran fortuna en el teatro Barakaldo, en la tarde del domingo, día 8, con una representación más convencional que la argentina, tanto en su escenografía, como en el vestuario e interpretación. Muy dignos todos los cantantes y el coro de esta compañía Ópera 2001 y Ópera de Massy (París), y muy buena la orquesta que sonó afinada y oportuna desde el pequeño foso del escenario del teatro Barakaldo.
La acción transcurre en Boston, convertido en un trozo europeo; el rey Gustavo pasa a ser el conde Ricardo y todos los arreglos que Verdi se vio obligado a realizar para evitar conflictos, como podéis leer en el enlace al comentario de la representación de Buenos Aires.
Por un fin de semana, Bilbao y Barakaldo pusieron la cultura musical a la altura de cuaquier mito europeo, Viena, Praga, Berlín, París o Venecia, por ejemplo. Esperar que se repita y se haga costumbre, sería lo deseable. Vamos a pensar que será así.
González Alonso
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