Luna
No quedes con la luna
impuntual,
inconstante y caprichosa; déjala
ir
rasgando el horizonte
con su belleza roja,
el rutilante blanco de su rostro
rielando las aguas
sobre espumas de olas;
que acompañe, ángel del sueño,
las horas de tus noches.
Vencida de hermosura
sólo es abrazo de encendidas estrellas;
mírala
con su rumor cautivo de leyendas,
con su blancor redondo,
la dulce evocación del amor,
el sutil tacto de las sombras,
la luz titilante del deseo,
la eterna atracción de sus secretos
e ilusiones derramadas. Luna
al fin. Déjala
ir. Que vuele las cúpulas
del cielo. Que vuele sin trabas el albor
de las miradas,
la pasión que alumbran
luminarias
de las torres
más altas.
González Alonso
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