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El río se adelgaza en verano y nos ofrece su lecho de cantos rodados.
Siempre tuvo vocación, el Bernesga, de aguas claras y de truchas. Pero sus orillas se llenaron durante muchos años de islán, esa capa semisólida que formaba el carbón y que algunas personas amontonaban para desecarlo y aprovecharlo para la lumbre. Así que las truchas se quedaron por encima de Santa Lucía, y las que asomaban el hocico en la confluencia del río Casares, daban media vuelta a toda leche para buscar mosquitas que zampar o una buena piedra debajo de la cual guarecerse.
Pero de piedras, de muchas piedras formadas por cantos rodados, estaba hecho nuestro Bernesga. Un río capaz de adelgazarse hasta lo indecible en el estío, cuando el sol de agosto pone cuarenta grados a las tres de la tarde en los tejados y las calles de Pola, y se podía vadear en algunos de sus puntos a pie enjuto o, como mucho, mojándote una zapatilla en un mal resbalón con el verdín de una piedra que se movía. Pero también era capaz de arrastrar carros, troncos de árboles y todo tipo de ramaje cuando en la mitad del invierno o con el deshielo temprano de una primavera se ponía farruco y saltaba incluso el puente. Lo que sí es cierto es que el puente aguantaba sin estorruntarse, sin ceder un centímetro las pilastras, valiente ante aquellas avenidas descomunales. Las aguas anegaban los salguerales y las eras, y a la altura de la fábrica de harinas se metía en la vega sin respetar nada que estuviera al alcance de su furor enloquecido. Pero luego se calmaba, las nieves de Busdongo se apretaban de frío de nuevo o ya corrían en agua más allá de León, camino del Esla. El río bajaba alto, recordándonos su fuerza, su cabreo, pero ya no amenazaba. Sigue leyendo



Teatro de títeres.- Sala BBK de Bilbao
Digámoslo también y vaya por delante, la compañía Anita Maravillas no sólo entiende y domina el arte teatral de las marionetas, sino que le aporta un estilo personal y único que se corresponde con una expresión artística en la cual la belleza y la plasticidad del trabajo de títeres se traduce en un lenguaje poético de extremada sensibilidad para contar una historia. Tampoco es ornamental ni gratuito el contenido de esa historia; nos pone ante la realidad del mundo para descubrirnos y señalar los aspectos dolorosos y los obstáculos que impiden la felicidad. Porque no hay posibilidad de ser felices en un mundo injusto basado en la violencia de la explotación y las desigualdades sociales que atentan contra la dignidad de las personas.
Es, lo comentado en el párrafo precedente, la conclusión y el aprendizaje de una persona adulta; ante el mismo espectáculo el público infantil descubrirá otros matices y aprenderá las mismas cosas, pero vistas con otra mirada. Algo no estaba bien en el monte donde había lobos y peligros; algo no estaba bien en la fábrica donde las mujeres que cantaban no se sentían contentas con lo que les pasaba, fue -más o menos- la conclusión de una niña de seis o siete años asistente a la representación.
¿Qué tal unas navidades con poesía? Tal vez sea un buen regalo. Un libro, o dos, o tres… Y como los títulos son incontables, me atrevo a recomendaros e invitaros a probar a leer cualquiera de estos de los que hasta ahora he publicado en solitario. Hacerse con ellos es fácil; hoy día basta poner el título y el autor en cualquier buscador de internet, y ya estará localizado para solicitarlo. También está el recurso de acudir a una librería y pedirlo. Serán una buenas Navidades.
2.- Lucernarios (Ed. Vitruvio, 2016). 53 poemas agrupados en cinco apartados: Más cerca de lo humano; Confusiones; En horas de amor y desamor; La luz de las ciudades; Los designios. Prólogo de Pepa Agüera


arrancar la sorpresa cuando se trata a un autor universalmente reconocido del que se ha escrito tanto y al que se ha representado en tantas ocasiones y realizado innumerables documentales o del que se han hecho numerosas películas. Puede dar la impresión de que ya no queda mucho que decir, que el tema ya está tratado desde todos los puntos de vista y sólo cabe repetirse. Y, no obstante, la sorpresa es singular cuando se advierte en esta obra la capacidad de renovar la visión que tenemos de Federico García Lorca y la España de esa primera mitad del convulso siglo XX en el cual se cosecharon tantas esperanzas como fracasos en los desastres de la guerra en la que perecieron, junto a los muertos y asesinados, los sueños de progreso y libertad junto al futuro de un país sometido a largas décadas de dictadura
Esto es lo que parece haber ocurrido y, en cierto modo, estar ocurriendo con estos documentos sobre los que surgen toda clase de dudas, empezando por las posibles fechas de su datación.

CELEBRANDO 12 AÑOS
en un año alrededor de la Tierra. Los 12 apóstoles de Jesucristo. Los 12 del cónclave de Qumran. El 12 de octubre de 1492. Las 12 del mediodía y las 12 de medianoche. Los 12 cascabeles de la canción de Joselito. Las 12 puertas de Jerusalén. El 12 como número atómico del magnesio. Los 12 nervios craneales. Los 12 dioses de la mitología griega. Las 12 letras de mi fecha de nacimiento: siete de marzo. Las 12 uvas de fin de año. Las 12 estrellas de la bandera de Europa como símbolo del orden cósmico, la perfección y la unidad. Los 12 frutos del árbol de la vida…
