Dulce alienta el amor de tu mirada.
Amarga, la pasión de mi deseo.
Alegre de tu risa el aleteo.
Triste el quejido de mi voz callada.
Tu cara de rubor arde incendiada
y en mitad de tu dicha y regodeo
la suerte mía con desgracia veo
a un sinvivir de penas condenada.
¡Ay destino voluble y caprichoso,
tirano amor que todo lo confundes,
vida que al alma das sin fin acoso!
Mas he de hallar en tu ilusión reposo
y toda la ternura que me infundes
será la suerte para ser dichoso.
González Alonso
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