Archivo de mayo 2012

22
May
12

La ópera: Nabucco, de Giuseppe Verdi. Palacio Euskalduna de Bilbao

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Nabucodonosor, rey de Asiria.

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Nabucco
Giuseppe Verdi (1813-1901)

ABAO-OLBE
Palacio Euskalduna.- Bilbao

Producción del Teatro Regio di Parma

Esta vez, sí. La entrada a la ópera resultó ser por la puerta grande. Creo que mereció la pena esperar sesenta y dos años para vivir esta experiencia. Las cosas ocurren cuando tienen que ocurrir, siempre a su tiempo, que nunca es demasiado tarde, ni tampoco demasiado pronto.

La puerta grande, en esta ocasión, está formada por el autor romántico italiano Giussepe Verdi, por una de sus óperas de mayor éxito y reconocimiento, Nabucco, por el marco del Palacio Euskalduna de Bilbao y por la interpretación de los cantantes, los coros y una orquesta de excelente calidad. ¿Qué más se puede pedir?

Palacio Euskalduna de Bilbao.

El aforo, completo. La atención del público, total. La dedicación de actores y orquesta, absoluta. Resultado, una tarde memorable para disfrutar y para el recuerdo.

Desde mi posición de novato en estas artes, solamente puedo expresar la honda impresión que me causó la música de Verdi en la interpretación de la Orquesta del Teatro Regio de Parma. Del mismo modo, me gustaría destacar el trabajo del Coro de la Ópera de Bilbao, en todo convincente. En la parte interpretativa me quedo, sobre todo, con la actuación de María Guleghina en el papel de Abigaille que, según se lee en el programa de mano, debutó con este papel en ABAO-OLBE.

La escenografía de Luigi Perego y la iluminación de Valerio Alfieri resultaron ser de una belleza plástica encomiable, ambientando a la perfección y con natural sencillez el periodo histórico en que se enmarca la acción, los tiempos de Nabucodonosor del que el tema de la ópera toma el título, y el imperio asirio.

Pero yendo un poco más allá de la cuestión estética y el virtuosismo vocal de los cantantes o la magnífica interpretación de la orquesta, me llamaron la atención dos aspectos a los que me referiré sucintamente. El primero nos remite a la concepción de la ópera como espectáculo. Desde el principio me ha hecho evocar de manera directa el teatro clásico griego por el sentido trágico del argumento y la manera de desarrollarlo. El tratamiento del espacio y el tiempo busca la trascendencia de los hechos para ponerlos a la altura de los dioses y sus designios; el coro participa como un personaje colectivo representando al pueblo, a los ejércitos o a los mismos dioses, sirviendo de narrador y dialogando con los personajes. El segundo aspecto se refiere al mensaje que nos transmite el texto con el soporte de la música y que conforma la parte narrativa del drama. En este caso hay, en mi opinión, un excesivo fervor patriótico y nacionalista, propio del momento histórico y la situación social y política vivida por Verdi con todos los ingredientes del romanticismo. Hay, también, un sentido religioso de exaltación del monoteísmo judío en la intervención de carácter bíblico de Jehová convirtiendo a Nabucodonosor a su credo a través del rayo que enloquece y confunde al rey asirio, o el riesgo de muerte de su hija Fenena convertida también al judaísmo tras sus amores con el príncipe judío Ismaele. Así, lo que inicialmente se presenta y promete como drama amoroso entre príncipe y princesa de diferentes religiones y distintos países, se diluye y transforma, acabando por resultar ser una afirmación de la superioridad judía frente al poder asirio, lo que le quita interés y credibilidad. En el colmo del éxtasis místico y demostración del poder divino se llega a afirmar que el hombre ya no existe, es decir, no es sujeto de su historia ni dueño de su destino, que queda en manos y al arbitrio de Dios.

En mi opinión, el libreto, aún conservando su trasfondo de reivindicación nacionalista del pueblo como aspiración de la unidad política italiana que parece ser que es lo que se desprende de la obra, podía haberse centrado más en la historia de amor de la princesa asiria secuestrada por el príncipe judío, al estilo de lo que hizo Paris con Helena en la Iliada, y agregándole la genialidad de un William Shakespeare en Romeo y Julieta, hubiera trascendido la grandeza de la  literatura con el tratamiento poético para hacerse universal. Y esto, el texto, lo malogra y no lo consigue.

No puedo terminar sin dejar de hacer mención a la parte más famosa de la ópera Nabucco, que resulta ser la interpretación por el coro de los esclavos del Va, pensiero. Sin quitarle ningún mérito a otras partes cantadas del coro, hay que reconocer el valor de los endecasílabos que componen los cuartetos de esta canción que apuntan casi al aire de marcha, conmovedores y acertados:

¡Ve, pensamiento, con alas doradas,
pósate en las praderas y en las cimas
donde exhala su suave fragancia
el dulce aire de la tierra natal!

Va, pensiero, sull’ali dorate;
va, ti posa sui clivi, sui colli,
ove olezzano tepide e molli
l’aure dolci del suolo natal.

Salvando la cuestión del precio de las entradas para la ópera, elevado también porque el coste de producción es muy elevado, debo admitir que se trata de un gran arte y que, por fortuna, parece ser que ya no es el pretexto para la exhibición y ostentación de la alta burguesía, utilizándola como una joya más con que deslumbrar. En este caso la joya, que lo es, fue seguida con emoción por un público heterogéneo de clase media sin alardes de vestimentas y exhibiciones. Yo, con mis vaqueros y camisa de cuadros.
Salud.

González Alonso

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Ópera Nabucco, de Giuseppe Verdi. Producción del Teatro Regio di Parma

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20
May
12

Teólogos

 

Cónclave.Playa de Molokai.Cangrejos en la arena

Los teólogos bajaron a las playas
y se extendió sobre la arena
el trágico terror de los cangrejos.

González Alonso

 

 

13
May
12

Bajo el sombrero (ll)

09
May
12

Bajo el sombrero (l)

01
May
12

La ópera española «Marina», del compositor Emilio Arrieta

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Sergio Escobar, tenor..

Marina, de Emilio Arrieta.
Libreto de Francisco Camprodón y Miguel Ángel Carrión.

Madrid Arte y Escena en el teatro Barakaldo (Vizcaya)
29 de abril de 2012

Estrenada con escaso éxito como zarzuela el 21 de septiembre de 1855 y reestrenada como ópera en tres actos dieciseis años después con gran éxito y muy buena aceptación del público, Marina es una pieza con sabor a enredo y el dramatismo justo para hacer posible un final feliz. Tema amoroso; jovencita enamorada de joven capitán de barco, éste enamorado, a su vez, de ella, y ninguno de los dos a sabiendas de los sentimientos del uno por el otro; joven armador del pueblo también enamorado de Marina, tremendamente celoso, que le hace saber de su enamoramiento y del afecto que le profesaba desde siempre y compromiso un tanto azaroso de ambos que se deshará al final para dar paso al verdadero amor entre Marina y el capitán y facilitar el encuentro feliz y esperado.

Mi experiencia como espectador en el arte del teatro cantado, ya sea en forma de zarzuela o de ópera, es tan escasa que apenas puedo dejar constancia de una obra de zarzuela a la que haya asistido puesta en escena por un cuadro del que sus componentes no pasaban de meros aficionados, y tres ensayos generales de distintas óperas. Corto bagaje para poder opinar con criterio sobre cuestiones artísticas y musicales. Es ésta, por tanto, la primera ocasión de disfrutar de la puesta en escena de una ópera, como ahora se la define, o zarzuela en tres actos, si se quiere, y referir la buena impresión del espectáculo, en general, y la emoción que se suscita, en particular, en algunas de las partes cantadas en forma de arias, dúos y romanzas. Una obra ambientada en un pueblecito catalán, pero alejada de las referencias folclóricas y los temas musicales populares de la zarzuela. Hecha al estilo italiano por el autor nacido en Puente la Reina (Navarra) cuya formación se desarrolló en gran parte en Milán gracias a un noble benefactor italiano.

La realidad de un teatro lleno hasta la bandera no puede dejar de interpretarse como un éxito del género y la constatación de la existencia de un público fiel al mismo. Claro es, también, que las ocasiones de poder acudir a ver y oir zarzuela u ópera son escasas, además de caras. En este caso, sin embargo, el precio ha resultado ser mucho más asequible que el de las sesiones de la temporada de ópera organizadas en Bilbao.

Bien, sea como sea, me cogratulo de haber podido presenciar y disfrutar de esta pieza, acompañada en su interpretación por la Orquesta Sinfónica de Bilbao y con una puesta en escena que dice mucho y bien de la dirección escénica de Lorenzo Moncloa. Me gustaron las interpretaciones del tenor Sergio Escobar, con su voz atronadora, en el papel de Jorge y de la soprano Eugenia Enguita, con su virtuosismo y la calidez de sus variadas tonalidades, en el de Marina. Los otros personajes tuvieron, también, sus buenos momentos y el coro cumplió su papel con toda solvencia. El momento más espectacular resultó ser, quizás, el inicio del tercer acto cuando cantan la famosa y única canción que yo conocía, aunque no supiera que correspondía a esta ópera:

A beber, a beber, a ahogar
el grito de dolor,
que el vino hará olvidar
las penas del amor

A beber, a beber y apurar
las copas de licor,
que el vino hará olvidar
las penas del amor…

Y después de este brindis, no me queda  más  por decir, salvo que espero tener pronto una nueva ocasión de acercarme al mundo del teatro cantado, sea en forma de zarzuela o de ópera. Más vale tarde… que nunca.
Salud.

González Alonso




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