Pasaron con su olor a crisantemos
los recuerdos y los días;
noviembre vistió sus tumbas
de oraciones,
repicaron
las campanas.
Un viento frío soplaba entre cipreses.
Pasaron en un vuelo de palomas
las ilusiones
de antaño.
¡Qué solitaria quietud
la muerte!
Sobre el nombre de la vida
escrito en mármol
deposité una flor.
El cementerio
reposaba su luz en lápidas
blancas,
dormía,
y volví
pensativo y cabizbajo
sobre mis últimos pasos.
González Alonso
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