Hemos oído la tristeza del canto
de las sirenas; vientos inclementes
empujaron tus velas y se alzaron
las olas; se desploma el cielo en agua
sobre el inmenso mar. ¡Qué destino cruel
para las almas; qué sombríos signos
de congoja, desiertos de esperanza
y lágrimas! Los ojos ya no miran,
ya el oído no escucha, no vive el aire
en los pulmones ni en la costa el faro
llora su luz, sermón de aciaga noche
y alejada ilusión de primavera
donde azules, los lirios, nos esperan.
Antes de que nos demos cuenta
el tiempo pasará
y ya no habrá más amor.
González Alonso
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