Archivo de septiembre 2022

23
Sep
22

Viajes al otro mundo.- Aventuras oníricas de Randolph Carter.- H.P. Lovecraft

Viajes al otro mundo
Aventuras oníricas de Randolph Carter

H.P. Lovecraft
Alianza Editorial.- Madrid, 1980

Este ejemplar de H.P. Lovecraft, que dormía el sueño de los justos al lado de otras obras del mismo autor y diversos títulos catalogados como literatura fantástica, ciencia ficción o terror, me devolvió en sus páginas desgastadas dos cosas: una, la evocación de un tiempo ya pretérito de estudiante de Psicología en Barcelona; y dos, el aroma del mundo obsesivo de los sueños. En aquellos años, a algunos estudiantes se les ocurrió la idea de crear una especie de red de lectores de estos géneros poco valorados; circulaba una lista de títulos disponibles que los interesados en el asunto nos intercambiábamos o prestábamos. Así llegó a mis manos este libro de Lovecraft. Armado de cierto temerario valor, lo tomé como material de trabajo para escribir sobre el mismo analizándolo según los presupuestos de Sigmund Freud, entre ellos el de que todos los sueños pueden ser interpretados y que todos –incluidas las pesadillas- son la manifestación de un deseo reprimido. Al profesor de la asignatura no le pareció mal el intento y me sirvió para aprobar, aunque del resultado yo no me quedara tan satisfecho y no me pareció bien conservarlo. Así que hoy nada puedo nada puedo aportar de aquel pequeño trabajo.

Pero yendo a lo que de singular puede encontrar un lector de hoy en los “Viajes al otro mundo”, debo aclarar que no será la calidad literaria lo que le subyugará. Rafael Llopis, que escribió un estupendo prólogo a esta edición, lo expresa de manera clara y elocuente: Decir que se lee a Lovecraft por la belleza de su lenguaje es como decir que se asiste a un striptease para admirar la voz de la artista.

Efectivamente, H.P. Lovecraft persiguió siempre de manera compulsiva el Paraíso desde las ataduras de su vida y sus principios; al efecto, iniciará un largo viaje a través de los años que cada vez lo alejaban más de la infancia, el lugar feliz al que ansiaba retornar porque sentía, como entendía Erich Fromm, que solamente en la infancia se encontraba ese Paraíso o “estado de unidad original con la naturaleza”, el “estado de inocencia” de que hablaba Hegel.

Lovecraft reivindicará la realidad del mundo irracional, su verdad, e inicia la exploración de ese mundo a través de los sueños, donde coexisten la locura, la poesía y el simbolismo mágico del mundo infantil. De este modo, este racionalista riguroso, escéptico total, se aventura a la reconquista del paraíso perdido, “ese arquetipo o modalidad vivencial arcaica que se expresa de manera natural en el mundo infantil y en lo que de ese mundo pervive en el adulto”. Buscar la infancia perdida es tanto como buscar la felicidad, lo luminoso, lo mágico, y el tiempo en que fuimos todopoderosos. Y ese mundo mágico en el que caben el paraíso y el infierno encuentra su espacio en los sueños. Seguir leyendo ‘Viajes al otro mundo.- Aventuras oníricas de Randolph Carter.- H.P. Lovecraft’

16
Sep
22

La vida es más

El Chaltén2

La vida es más
Altissima quaeque flumina minimo labuntur sono
(Los ríos más profundos son los que corren con menor rumor)
Curtio

No se me achacará ambición alguna
por escribir los versos de un poema,
pues más allá del amor
la empresa más ruinosa
es la de la poesía.

No es verdad,
no mintáis,
no engañéis vuestros ojos
con la belleza cultivada de palabras
ni deis al corazón trabajo estéril
golpeando en el yunque de los sueños.

Vivir es más. Las horas de los días
pasan con su rumor como corren las aguas
de los ríos profundos
y la sabiduría se aventura
en búsquedas
de llanuras incultas.

Que así
te abrace el tiempo
con su túnica blanca
y el animoso verbo
que enciende el aba en luz,
el canto que compite con la alondra
y se debe a sí mismo y a sí mismo se entrega
con libertad infinita. Luego
podemos despreciar los altos rascacielos,
la belleza geométrica de insolentes pirámides,
la música sublime  de un concierto
de Bach
o de Vivaldi o de Haydn
o de Pachelbel

y podemos tener sexo a la hora
del desayuno
aunque el resto del día sólo pueda
amarte,
contar –como Virgilio- asomado al brocal de tu mirada
que reconozco las huellas
de un antiguo fuego.

González Alonso

01
Sep
22

Los botes espaciales de carburo

Antes de ser construido en La Pola de Gordón el ya desaparecido colegio Doctor Álvarez Miranda en el solar del edificio que, según creo,  había sido centro de enseñanzas medias durante la Segunda República y que mucho más tarde y hasta día de hoy acabaría reconvertido en Centro de Salud, se podía ver una fragua pegada al costado de la pared de la izquierda del inmueble de piedra y ladrillo raseado. Por la callejuela de la fragua o herrería se llegaba al río Bernesga, y en su orilla había un potro de madera con todos los artilugios para herrar a los animales. Toda la margen del río estaba comida de matorrales y chopos recrecidos que desafiaban a los guajes y ponían a prueba su espíritu aventurero intentando adentrarse por entre los ramajes y, aún, consiguiéndolo en gran parte.

El olor de la fragua, los fuelles y el ruido de los martillos golpeando el yunque todavía resuena con claridad en el recuerdo. Todo forma ya parte del paisaje infantil del pueblo animado de juegos que duraban días.

El caso es que, a orillas de aquella mítica y casi arruinada fragua, se amontonaba el carburo, esa sustancia blancuzca y pesada de olor ácido que formaba parte de los residuos de la actividad de la industria. Seguir leyendo ‘Los botes espaciales de carburo’




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