El Caballero de Olmedo (Lope de Vega) es, en la puesta en escena de la compañía Teatro Corsario de Castilla y León, como un exquisito licor en copa de cristal fino y bien tallado, un trago largo de vida y felicidad. Dicho lo cual, y destacando la admirable interpretación de todo su cuadro escénico, me gustaría dejar también una breve reseña en forma de aplauso para el director, diseñador de vestuario y escenógrafo Fernando Urdiales, por la gestión del espacio escénico con criterios de modernidad sin dejar de hacer creíble y visualizar los espacios históricos en los que se desenvuelve esta tragedia. No quiero olvidar tampoco mencionar las atmósferas creadas por el iluminador Javier Martín del Río, la concisión y efectismo logrados en el desenvolvimiento de las coreografías de Javier Juárez y la no menos y valiosa aportación musical en la composición y ejecución a la guitarra de Juan Carlos Martín. Y de los que no digo más por mor de no ser muy extenso, sepan de la reconocida labor que, como espectador, les agradezco.
La obra teatral, rescatada por Federico García Lorca en los años 30 del pasado siglo para la compañía La Barraca, se nos presenta con una vigencia asombrosa en la primera recién cumplida década del siglo XXI. El lenguaje nos llega con una claridad meridiana envuelto en los posos de un español del siglo XVII que se estaba haciendo a sí mismo y, aun siendo en verso, cautiva por la belleza de la riqueza expresiva de Lope de Vega; se trata de un lenguaje lleno de sutiles matices de ironía y logros líricos de extremada sensibilidad. A conseguir llevar a buen puerto todo ello y apreciarlo en su totalidad, contribuye de manera decisiva el formidable elenco de actores de la compañía Teatro Corsario.
El Caballero de Olmedo se sustenta en un hecho real puesto en romance acaecido entre Medina y Olmedo en el que, por razones de celos, un caballero de la ciudad de Medina, auxiliado por un amigo, decide dar muerte a Alonso en el camino de vuelta a Olmedo después de celebrar las fiestas y salir triunfante ante los toros en presencia del rey. Inés, su enamorada, recibe la noticia de su final cuando el mismo rey estaba a punto de concertar el matrimonio de la misma Inés con el asesino de su amado. La precipitada llegada de Tello, el criado de Alonso, narrando lo sucedido y pidiendo justicia, pone fin al drama.
Federico García Lorca empleará el mismo recurso a la hora de escribir Bodas de sangre, después de recoger el argumento de una noticia de periódico.
Me he referido en dos ocasiones al Caballero de Olmedo calificándolo de tragedia, cuando el mismo Lope de Vega lo definió como tragicomedia; pero, en mi opinión, los elementos trágicos dominan claramente sobre los cómicos que se dan en algunas situaciones de la intervención del criado Tello o la alcahueta Fabia. En este sentido se percibe un claro paralelismo con la tragicomedia de Calixto y Melibea en la Celestina, y es posible que Lope de Vega la intitulara del mismo modo por esta misma razón. El hecho de conocer de antemano el final trágico del protagonista al recitarse al comienzo de la obra la parte del romance que da cuenta del desenlace, nos sitúa claramente en el marco de la tragedia al estilo clásico.
Como acertadamente se explica en el programa de mano de la función para esta puesta en escena son, básicamente, tres los ingredientes que configuran la obra: Amor, Muerte y Destino.
El Destino lo va a encarnar el personaje de Fabia, la alcahueta, que pronosticará y anticipará la muerte de Alonso. La Muerte está siempre presente creando una atmósfera en forma de presagio, amenaza, premonición, miedo, en el riesgo de los desafíos, en las luchas con navaja, en la sangre de los toros y, finalmente, en la propia sangre derramada del héroe abatido por los disparos de sus enemigos. El Amor se desenvuelve y expresa con la vehemencia del enamoramiento y la pasión, en pasajes y escenas de un delicado lenguaje en boca de los enamorados Inés y Alonso que nos evoca la talla indiscutible de un William Shakespeare en las mejores e inspiradas escenas de Romeo y Julieta.
Puede decirse mucho más y mejor que lo que hasta aquí dejo dicho sobre el teatro de Lope de Vega y el espectáculo admirable de la compañía Corsario de Castilla y León en la jornada del teatro Barakaldo de Vizcaya; guardo silencio, no obstante, para dejar oir el cariñoso aplauso de un teatro felizmente lleno de gente entregada a la calidad de un texto inmortal y al arte y la profesionalidad de este cuadro escénico al que, a los que no habéis tenido ocasión de ver, os animo a hacerlo en cualquiera de las ocasiones que se os ofrezcan.
González Alonso
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