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La ciudad se teje de hilos luminosos, metales
que ruedan, cimientos en el aire enrarecido.
Como la inmensa red de la arquitectura de la araña
extiende su abrazo mortal por el espacio
entregada a las manos invisibles
de sus sueños, aturdidas pesadillas de neón
y de cansancio, el frenético zumbido que recorre sus arterias
y golpea en latidos moribundos todas sus extremidades.
Allí es el hombre, lepidóptero o gusano constructor
en su crisálida; allí es el vuelo al destino de la muerte,
el gemir breve del sexo en amor de alcoba,
allí es la luz del gozo efímero cuando cae el día
engullendo la noche de las calles y los supermercados,
cuando se detiene el ritmo acompasado
de su corazón de trenes suburbanos; los quirófanos
duermen. Cuando traspasan los océanos las palabras sonámbulas,
qué cabe esperar
si las mariposas se extenúan volando alrededor de millones de soles diminutos.
De ese hilo resistente,
de esa tela de araña
de ese mundo interior
vengo.
Julio G. Alonso
No resulta difícil entender la metáfora de la ciudad como tela de araña. Tal vez la única diferencia es que, mientras las arañas capturan insectos en sus construcciones, los seres humanos son los atrapados en los mismos hilos de la tela de araña que construyen. Presumiblemente cada lector imaginará cuánto de trampa y cuánto no, tienen las ciudades que se extienden kilómetros y kilómetros a lo largo de las largas avenidas que conectan con la miseria de los extrarradios. Esta es la propuesta; de cada cual será la interpretación final.
Poema recitado por Rosa Iglesias en la bitácora La Voz Bordada En El Verso.
Publicado en la antología Las Noches de Lupi en Portugalete, editorial LUPI (La Única Puerta a la Izquierda) Sestao(Vizcaya).-diciembre 2012.-ISBN:978-84-938010-5-2
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