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Teatro Barakaldo (Vizcaya): Ariadna (Carlos Iniesta).- Grupo Teatral Atalaya.
Merece la pena, por lo justificado, empezar subrayando los notables aciertos de la obra teatral Ariadna, el texto del escritor Carlos Iniesta fallecido en enero de 2008 cuando estaba trabajando en los ensayos del montaje con la compañía teatral andaluza Atalaya. Y el primero puede ser, sin duda, el que se pueda presumir de la presencia literaria del tema de Ariadna por primera vez en el mundo y, además, en español y en España. El tema nunca fue tratado en las tragedias griegas ni fue objeto de la dramaturgia posterior hasta nuestros días. De hecho, el mito de Ariadna se pierde y multiplica en versiones diferentes, sobre todo en lo que se refiere a su final.
Volviendo a los aciertos del grupo escénico Atalaya en su magnífica puesta en escena, destacaremos sucintamente:
a.- La impecable dicción y trabajo vocal, tanto en los discursos de los actores y actrices, como en las intervenciones de los coros, recurso al estilo del teatro griego, con nada menos que el empleo de seis coros diferentes: el de Afrodita, el coro de las jóvenes vestales que van a ser sacrificadas, el de las mujeres cretenses, el espectacular coro de bacantes, el del laberinto o del Minotauro y un coro universal, ajeno al tiempo.
b.- El estilo interpretativo en forma declamatoria, de una rareza exquisita de matices.
c.- La gestualidad de los personajes y los coros, con unos movimientos evocadores del teatro de danza oriental, de gran belleza y plasticidad y muy eficaces para transmitir las emociones.
c.- La música sobre la que se superponen -a veces interpretando las canciones- las voces de los actores, recogiendo temas populares balcánicos.
d.- La gestión del espacio escénico, un acierto escenográfico de Juan Ruesga, en el que el mar y el aire son los elementos que sustentan el desarrollo de la tragedia. A tal efecto se dispusieron cuatro grandes mástiles que sujetaban una vela de barco sobre la que se desenvolvía la acción a diferentes niveles, subiendo y bajando la vela en cada escena.
Si a todo ello añadimos el ritmo imprimido a esta historia tan bien contada como interpretada, en ocasiones endiablado y siempre palpitante, enlazando sin pausas las escenas mediante las ánforas que se van depositando a un lado del escenario, podemos hacernos idea cabal del alto valor plástico y dramático alcanzados.
Otro detalle es la introducción de dos ariadnas; una Ariadna joven en Cnosos y otra adulta en la isla de Naxos, donde Teseo la abandona ante la presión del dios Dionisios.
Yendo a la propuesta dramática de Carlos Iniesta, digamos que tras narrarnos a través del coro la guerra de los cretenses contra Atenas y la imposición a ésta del tributo anual de siete muchachos y otras tantas jóvenes vírgenes, nos introduce en el primer laberinto de Cnosos, el del Minotauro, de la mano de la heroína Ariadna y de Teseo.
Pero la tragedia de Ariadna está compuesta de otros laberintos; si primero fue el de la lucha contra el poder terrenal que representaba su padre, el rey Minos, luego será el del amor del héroe ateniense Teseo y más tarde del dios Dionisios, el cual le ofrecerá la inmortalidad a cambio de desposarse con él. Pero el último laberinto será el de su rebeldía contra la sumisión, ya sea del padre, del amor o de la eternidad. Sus ansias de ser libre la llevan a elegir el suicidio en la isla de Naxos, momento en el que con sus últimas palabras comprende la razón de la muerte del toro y el significado de su laberinto, esa misma cárcel de la que huirá al encuentro con su hermano, el Minotauro.
El carácter de tragedia clásica de la que autor e intérpretes han investido el mito de Ariadna, hacen de esta pieza algo realmente precioso y único. La voluptuosidad de las danzas, la crudeza del gesto, la ternura y el ansia de libertad en esa relación entre dioses y humanos, le confieren un halo mágico cautivador. Me gustaría destacar, de entre todo lo bueno, la espectacular interpretación, en el difícil papel de Dionisios, del actor Jerónimo Arenal. Hay que decir y tener en cuenta que la Compañía Atalaya, con rigor y una profesionalidad artística encomiables, puede presumir de grandes aciertos y éxitos, algunos de los cuales tuve ocasión de presenciar y disfrutar también, tales como la obra El público, de Federico García Lorca, en 2005; Medea, la extranjera, de Eurípides, en 2007 o la Ópera de tres centavos, de Bertolt Brecht, también en 2007.
Con emoción y sincero reconocimiento para con el trabajo de Carlos Iniesta y el del grupo escénico andaluz Atalaya (Premio Nacional de Teatro 2008), dejo estas palabras al viento, los vericuetos, caminos y derroteros de la red o internet. Por si alguien las recoge y le sirven. Por si alguien más se anima a amar el teatro.
González Alonso
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