Son fechas, de una u otra manera, especiales. Abrumados por la crisis, las malas noticias del mundo o los desastres personales, podemos sentirnos aún más abatidos o, por el contrario, podemos esperar llegar a ver alguna luz de esperanza entre las miles con que nos alumbran las fiestas. Sin otros problemas en nuestras vidas más allá de los cotidianos, tal vez sintamos la tentación de celebrar estos días como un reconocimiento de persona agradecida, pero caben también otras posibles actitudes de rebeldía y denuncia del consumismo y las demás circunstancias que acompañan las fiestas.
No sé. Seguro que estáis imaginando muchas más situaciones y respuestas que yo para las navidades, buenas, malas o regulares. Pero, y vuelvo al inicio, siempre se nos acaban imponiendo con un toque especial que nos hace no sentirnos indiferentes.
Dicho lo anterior, quiero entrar en el espíritu navideño de este año deseándonos felicidad, que incluye en el lote la salud, amistad, amor o en su defecto cariño, ternura, éxito personal, generosidad, confianza en los demás, solidaridad, bienestar y cuanto bien queráis añadir a esta lista de la cesta navideña. Y lo hago con el ramo leonés, tradición precristiana de culto a la Naturaleza para pedirle a la Tierra sus frutos y su protección ante los rigores del invierno. Se viste el ramo en las casas y en los pueblos, se le cantan canciones -hoy día cristianizadas- y se recolectan regalos, generalmente relacionados con la comida, para hacer una buena fiesta de invierno, en el caso de los jóvenes, o conseguir los juguetes en cada casa, en el caso de los guajes y las guajas.
Salud.
Ramo leonés de Navidad.
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