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Los nombres que mi boca niega, el hambre
que los ojos no ven; la dura ausencia en blanco escrita
al alba de los días. Qué inútil,
qué vana pretensión el refugio vacío del recuerdo,
reflejo de agua en el espejo estancado de las aguas.
Inmóvil en el centro del silencio gritas,
sin voz gritas, sin palabras te nombras
y adjetivas. Qué amarga saliva
de besos
en labios yermos, qué calor frío
en el hueco del verano, secos los arroyos.
Sólo el viento azota furioso las miradas
y entre los dedos del tiempo, poco a poco, escapa
la sal derramada del olvido.
Julio G. Alonso
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