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Amanecen
revuelos
de pájaros; aquellos, los mismos que anidaron
años de pantalones cortos y vestidos con lazos
perfumados
de las misas de domingo, torres
de campanario,
hoyos de guá en juegos de canicas;
aquellos
que alzaron en los picos
la extenuada soledad
de la memoria
de la infancia y me pregunto
dónde abandonaron sus alas el aire,
en qué rincón murieron
y dejaron el último latido temblando entre las plumas
de la breve primavera.
Retornan
vuelos
de pájaros –los que cruzaron atrevidos cielos
de juventud-
a la extremada nostalgia del recuerdo,
soles de veranos,
cuerpos abrazados
y amarilla miel en las colmenas
de los besos. ¿Y en qué lugar
murieron? ¿Quién los vio la última vez?
¿A dónde fueron?
Volaron
los pájaros
y multiplicaron
el clamor de sus cantos en los nidos de otoño; ¿pero dónde
dejaron
el batir frenético de sus alas? ¿Dónde
murieron todos?
Y miro
hoy
los pájaros
en revuelos ruidosos en mi torno; tal vez –me digo-
aquellos, los mismos que me digan
a qué lugar
conduce
el leve último vuelo
de los días
de invierno.
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