Herencia
Fui la señal del cielo
y aquél que advirtió un lugar
en las estrellas
y os dio un universo
de palabras.
No era ángel ni profeta
ni era dueño de los mapas
del mundo
y el caudal antiguo de la vida.
Sólo un amor desconocido
corrió por mis venas
y los pulsos,
se alzó a las savias
de mis ramas. Vosotras, hijas mías,
sabréis qué hacer con todo aquello
que una vez llegó a vuestra alma
y canta y duerme
con la alondra que anuncia
la hora primera
de la madrugada.
González Alonso
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