Historia (casi) de mi vida.- Blas de Otero

Historia (casi) de mi vida.- Blas de Otero

Dirección: Ramón Barea

Teatro Alhóndiga Bilbao

El pasado 21 de marzo, con el pretexto del Día de la Poesía y la celebración del centenario del nacimiento de Blas de Otero (1916/1979), el actor y dramaturgo Ramón Barea subió al escenario a tres actores y una actriz para contarnos la vida del poeta bilbaíno.

¡Qué lástima que haya que andar buscando pretextos para entrar en la obra de un autor como Blas de Otero! Pero más vale algo que nada.

Historia (casi) de mi vida” se trata de un texto autobiográfico a través del cual se retrata gran parte de la realidad social española del siglo XX.

Felipe Loza, José Luis Estrada, Mikel Losada e Irene Bau pusieron voz y grito, susurro y desgarro, a estas confesiones poéticas, las de un autor de una coherencia admirable, con unas enormes ganas de vivir y una capacidad de sufrimiento también grande. España le dolía por los cuatro costados y la vivía a tragos largos de alegría y sueños; amaba este país cainita y todas sus singularidades, y lo cantaba pidiendo “la paz y la palabra”. Así, la historia de su vida es (casi) la historia del país que amó, de la lucha, los camaradas, la calle, el amor, la lluvia rota de Bilbao, los largos paseos y las más largas lecturas, o la música.

Y hablando de buena música, la  de Naiel Ibarrola, interpretada al piano por él mismo, dirigió de manera eficaz toda la acción dramática y se convirtió en protagonista admirable apegada a la voz del poeta, confundiéndose con ella, explicándola. Admirable.

Por otro lado, el aire de naturalidad con que fue interpretado el texto de Blas de Otero, la cercanía, limpieza expresiva, la renuncia al melodramatismo en un equilibrio constante de la actuación, la rudeza a veces, la franqueza siempre, me conmovieron hondamente y entendí cómo se puede ser una persona comprometida sin ser sectario ni dogmático, cómo ser de una patria sin ser patriotero, cómo serlo de Bilbao, y serlo de Euskadi y de España y de Europa y del mundo. Sólo un gran hombre nos enseña con natural grandeza las más grandes cosas. Y con sencillez. Y con emoción. O sea, con poesía.

Una puesta en escena limpia, llena de lluvia de palabras y versos, de inocencia, de crudas realidades sin desgarros ni gestos patéticos, de paraguas para un paseo por las calles de Bilbao cuando las aceras húmedas reflejan el cielo gris; así reconocemos la vida y nos reconciliamos con el presente.

Este año de 2016 se cumplen cien del nacimiento de Blas de Otero que él, más o menos, nos cuenta así: «Pensándolo bien, lo primero que hay que tener en cuenta es que con la misma facilidad con que nací, pude no haber nacido. Así, como suena, no haber nacido. Creo que esa fue una posibilidad con muchas posibilidades de que ocurriera. Pero se equivocaron y a cierta hora del día 15 de marzo de 1916 salí afuera… y aquí estoy.”

Esta puesta en escena viene para recordárnoslo y ya sabemos que Blas de Otero sigue aquí; porque ni él quiere dejarnos ni nosotros queremos que nos deje, ya que, es una certeza, el poeta de Bilbao, nuestro y del mundo, es uno de los necesarios.

González Alonso

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Hoy, última función.- Taller Literario La Galleta del Norte, con Felipe Loza y Ramón Barea

Hoy, última función.- Taller Literario La Galleta del Norte, con Felipe Loza y Ramón Barea

Teatro Andrés Isasi.- Las Arenas-Getxo (26 de septiembre de 2015)

Vivir en un escenario, a su pesar; y a su pesar, morir en él. La despedida de la función imaginada por dos actores tan ancianos como sus nombres, Nicéforo y Semíramis, de espaldas al público, o lo que también podría imaginarse un acto cultural magnífico, sin parangón, según los intérpretes, suena a despedida de la vida y saludo sereno a la muerte entre los personajes que evocan y traen a escena para ocupar las sillas vacías que se van amontonando en el escenario. Godot, Valle Inclán, Ionesco, Don Juan Tenorio, Doña Inés, Stanislavski, Edipo, María Guerrero, Calderón, Shakespeare… irán estableciendo diálogos llenos de ironía y humor con los dos actores, lo que les servirá de pretexto para repasar su dilatada vida de farándula, su única y real vida de ficción teatral de la que no pueden escapar, incapaces de abandonar el escenario e irse a su casa o a recorrer el mundo o las calles de su ciudad, pues saben que ya están en su casa, su mundo y su ciudad.

Con ternura, lucidez, con la inevitable crueldad al pasar por encima y el medio de recuerdos que se creían olvidados, con alegría desbordada e infantil en ocasiones y entusiasmo juvenil en otras, la ficción continúa ahora tras la última y pobre representación ante un escaso y desinteresado público, en ese mismo teatro ya totalmente vacío de espectadores, pero lleno de personajes que acudirán a saludarlos a lo largo de esa verdaderamente última representación en la que expondrán sus experiencias y trabajos, sus quejas y críticas, la acomodación a los intereses y presupuestos dramáticos de cada uno de los personajes y autores –contradictorios, en ocasiones- a los que dieron vida y que, como hemos dicho, irán haciendo entrar a escena para imaginariamente ir sentándolos en las sillas vacías que llenarán el proscenio.

El texto, de cierta antigüedad pero siempre actual, inteligente y bello, es interpretado con gran riqueza de matices por la actriz Itziar Lazkano y el actor, dramaturgo, ensayista y, sobre todo, hombre total del teatro, Ramón Barea, creando una atmósfera de calidez, cercanía y complicidad con el espectador al que, inevitablemente, contagian con la despedida para hacer que cada cual –repasando el teatro de su vida- traiga a la imaginación a los personajes que la hicieron posible, los que la dotaron de ilusión, actividad, dinamismo y ganas de ir adelante, llenando cada cual de sillas el espacio escénico de su cabeza.

Es la obra Hoy, última función, una declaración de amor al teatro, un alarde de meta teatro a partir de una puesta en escena que se desarrolla con recursos propios del teatro del absurdo y las comedias de Arniches; sin escenas espectaculares y efectos extremos, la obra transcurre con ritmo armonioso manteniendo en todo momento la atención e interés del espectador que, finalmente, agradecerá con justos y merecidos aplausos el trabajo realizado.

González Alonso

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