Qué difícil decir tu nombre,
escribir tu geografía de cumbres
y mesetas cuando tantos
aborrecen tu nombre,
cuando reniegan tantos la altura de tus cumbres,
la extensa horizontalidad de tus mesetas
y en tu propia lengua insultan tu memoria
y la historia que corre antigua por los ríos
de tus venas.
¡Cuánto odio
ciego
emponzoña sus lenguas cainitas!
Y tú, sufres este desgarro
de miembros mutilados y vergüenzas
desde la altura de tu amor de madre
envuelta tu desnudez en tu bandera.
Qué difícil nombrarte sin herirte
lejos también de aquellos que te aclaman
y convierten en rea de su furia,
la imagen delirante de sus peores sueños
hechos amarga pesadilla.
Y luego estamos los demás, mudos, callados,
asombradamente tristes y en silencio;
nos unen las miradas cómplices, taciturnas
y tu nombre mancillado
y el duelo
y la esperanza.
La larga cintura de agua de tus costas,
los cielos azules, los horizontes verdes,
las ciudades milenarias
nos contemplan.
España, rosa de invierno
al viento
y la madrugada,
yo te guardo en el corazón; en mi corazón
tu nombre; en mis brazos abiertos
te defiendo
y amparo, bajel de lágrimas,
pongo entre los ojos la fiebre de los sueños
que te anhelan
y alzo hasta los labios
la fe de las palabras.
González Alonso
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