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En el albor tu nombre
y un genio azul dentro de una botella verde.
Mirábamos los dos en las aguas de los ojos las frutas en el frutero
y el teléfono sobre la consola,
aquel reloj acunado en horas
de su péndulo, las distancias entre los muebles,
todo lo mirábamos, dos caracolas,
tres limones,
el sonajero
de los minutos
y una naranja amarga.
Había juegos
con un resultado repetido entre los números,
una suma repetida, una resta repetida,
una división no hecha. No sabías
multiplicar, y te quedaste quieta;
vimos
avanzar los ejércitos; los soldados cerrando los ojos,
unos; los otros, abriéndose al espanto en las pupilas del miedo.
Al mediodía tu nombre
y una niña dentro de un aro.
Al atardecer tu nombre
y un beso.
Al anochecer tu sombra. Ya no hay luz.
Ya no hay luz.
Ya no queda.
González Alonso
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